PRÓLOGO
Evidentemente –como dice un proverbio latino– las cosas requieren un principio. El principio de este libro estuvo en una llamada telefónica que me hizo Fernando Garijo. Entre nerviosos tartamudeos y leves carraspeos me dijo que había leído algún libro mío, que le habían gustado y pensaba podía escribir, siguiendo esta misma línea, algo semejante sobre Loiola. Junto a su opinión me ofreció el testimonio de una destacada personalidad cultural del País, el profesor doctor José Ignacio Tellechea, que coincidía con su criterio. Así que, aunque se que le va a molestar, pero tengo que decirlo, el padre de este libro es Fernando, en cuanto que de él partió la idea de que se escribiera. Y no ha sido un padre despreocupado, irresponsable, que se limita a lanzar una idea, retirándose discretamente, sino que en todo momento estuvo presente en el proceso de su gestación. Le fue proporcionando abundante alimento umbilical para que naciera así de regordete.
No recuerdo si acordamos algo en aquella primera llamada; lo que si recuerdo es que me fue llamando reiteradamente -¡La constancia de Fernando admirada por sus feligreses!-. Eso sí, siempre respetando la hora de mi siesta.
Hasta que tuvimos una primera entrevista, juntamente con el responsable de la casa de Cultura de Loiola Jon Urbieta, que se unió al proyecto con entusiasmo. Se trataba de una idea que había madurado largamente durante muchos años.
Indudablemente era un trabajo muy interesante: recordar el pasado, presente y futuro de un barrio siempre fiel a la “metrópoli” evitando cualquier tentación de secesión y que quizá por esta causa había quedado un poco a la sombra de los “hitos” municipales más reseñables.
Había que otorgar el protagonismo merecido a los loiolatarras.
En los últimos tiempos Loiola ha cambiado totalmente de fisonomía. Está irreconocible -ojalá sea solamente un problema de crecimiento- cambio que los buenos loiolatarras se resignan a admitir, si no hay más remedio, pero no se resignan a que se pierda el alma, lo auténtico de Loiola.
Ante este sugerente proyecto me fui batiendo en retirada. Advertía que, cada vez, eran más débiles mis objeciones. La última e importante que le expuse fue que mis conocimientos sobre Loiola y sus gentes, no eran tan extensos como para componer un libro de unas doscientas páginas. Se ofreció a proporcionarme material en todo momento. Cumplió ampliamente su promesa, valiéndose principalmente, de lo que el llamaba pomposamente “campo de trabajo” refiriéndose a las reuniones que mantenía con los herrikosemes. A causa de haber empleado con profusión este método se observarán algunas repeticiones y variaciones el de las grafías, que no he querido corregir.
También ha sido importante la aportación de Iñaki Miguel, con sus crónicas periodísticas y el material que conserva de sus años como corresponsal de “El Diario Vasco”· en Loiola.
En la Monografía destacan varios temas. Por ejemplo, se ha querido destacar la presencia del Urumea, resaltando el papel trascendente que ha tenido a lo largo de la historia de Loiola. Llegando a la conclusión de que hay que cuidarlo con mimo. Su fluida presencia, en ocasiones plácida y apacible, en otras no tanto, no debe de dejarnos nunca indiferentes. Se destaca la realidad de los caseríos, de los pasados y de los que actualmente siguen en pie, que van en regresión.
Ante esta progresiva regresión se ofrecen al lector unas páginas -quizás demasiado breves- que exigen una lenta y reflexiva lectura. Son una especie de guión que cada uno debe completar. Con ellos nos zambullimos en la auténtica historia de Loiola. Solamente con la lectura de la denominación de estos viejos caseríos extraeremos conclusiones interesantísimas: Su ubicación, nombre de los propietarios o constructores: si pertenecieron a algún antepasado, familiar o amigo, por qué se abandonó, papel específico que desempeñaron, si tuvieron algún puerto, molino, alguna pequeña fábrica...
La Monografía en general se centra en torno a las personas. En torno a ellas realizamos un a modo de “centro de interés”. Bien destacando a “personajes populares “ o contando sus anécdotas, viendo como se reúnen en sociedades, en Fiestas o competiciones deportivas... también capillas o parroquias o con una asistencia masiva en las grandes solemnidades como primeras comuniones o funerales, o en horas de soledad y silencio... Asistiremos a sus sufrimientos en guerras y en desgracias naturales.
Existe otro aspecto que subyace a lo largo de las páginas del libro. Loiola está plenamente integrando en lo que conocemos como Donostialdea, como se percibe por distintos conceptos, y no solamente geográficos. Por una parte su unión administrativa con Donostia, pero además toda una clase de interrelaciones humanas como se pudo de manifiesto en las giras náuticas, en las romerías, circunstancia que aprovechaba medio San Sebastián para trasladarse a Loiola, invadiendo el otrora hermoso Valle del Urumea... Y no hay que olvidarse del flujo constante de personas que ha habido entre las dos entidades de población, o del préstamo que se hace para que en sus terrenos se instalen dependencias provinciales.... o las dichosas vías de comunicación.
Para cerrar este prólogo se incluyen las colaboraciones y agradecimientos: Hay citar a Susana Soto de la Biblioteca Municipal, a Izaskun Goikoetxea, del Archivo General de Donostia-San Sebastián por su amabilidad y competencia en facilitarme documentación y entre los herrikosemes esta es la lista que me facilita Fernando Garijo que se les cita por orden alfabético:
Aldasoro, Vicente Ibarburu, Carmelo1
Arrieta, Satur Ibarburu, Josetxo
Bengoechea, Jose Luis Olasagasti, Josefa Agustina
Boury, Enrique Sagasti, Ramón
Casi, Loli Salaverría, Iñaki
Chiapuso, Norberto Sasiain, Luis
Gaztañaga, Juanita y un grupo de vecinas
Hospital, Manuel
En otro orden de cosas es de justicia mostrar nuestro agradecimiento entidades oficiales o particulares, porque a sus aportaciones han hecho posible que la Monografía haya podido ver la luz -aunque quedamos entrampados- y que se pueda distribuir a un precio tan módico.
Nuestros mecenas han sido:
Ayuntamiento de Donostia-San Sebastián
Diputación Foral de Gipuzkoa
Fundación Social y Cultura Kutxa.-
Obra Social de la Kutxa. Caja Gipuzkoa-San Sebastián.
[1] Pocos días antes de fallecer Carmelo nos proporcionó más material, unas anécdotas que naturalmente se incluyen en el libro.
No recuerdo si acordamos algo en aquella primera llamada; lo que si recuerdo es que me fue llamando reiteradamente -¡La constancia de Fernando admirada por sus feligreses!-. Eso sí, siempre respetando la hora de mi siesta.
Hasta que tuvimos una primera entrevista, juntamente con el responsable de la casa de Cultura de Loiola Jon Urbieta, que se unió al proyecto con entusiasmo. Se trataba de una idea que había madurado largamente durante muchos años.
Indudablemente era un trabajo muy interesante: recordar el pasado, presente y futuro de un barrio siempre fiel a la “metrópoli” evitando cualquier tentación de secesión y que quizá por esta causa había quedado un poco a la sombra de los “hitos” municipales más reseñables.
Había que otorgar el protagonismo merecido a los loiolatarras.
En los últimos tiempos Loiola ha cambiado totalmente de fisonomía. Está irreconocible -ojalá sea solamente un problema de crecimiento- cambio que los buenos loiolatarras se resignan a admitir, si no hay más remedio, pero no se resignan a que se pierda el alma, lo auténtico de Loiola.
Ante este sugerente proyecto me fui batiendo en retirada. Advertía que, cada vez, eran más débiles mis objeciones. La última e importante que le expuse fue que mis conocimientos sobre Loiola y sus gentes, no eran tan extensos como para componer un libro de unas doscientas páginas. Se ofreció a proporcionarme material en todo momento. Cumplió ampliamente su promesa, valiéndose principalmente, de lo que el llamaba pomposamente “campo de trabajo” refiriéndose a las reuniones que mantenía con los herrikosemes. A causa de haber empleado con profusión este método se observarán algunas repeticiones y variaciones el de las grafías, que no he querido corregir.
También ha sido importante la aportación de Iñaki Miguel, con sus crónicas periodísticas y el material que conserva de sus años como corresponsal de “El Diario Vasco”· en Loiola.
En la Monografía destacan varios temas. Por ejemplo, se ha querido destacar la presencia del Urumea, resaltando el papel trascendente que ha tenido a lo largo de la historia de Loiola. Llegando a la conclusión de que hay que cuidarlo con mimo. Su fluida presencia, en ocasiones plácida y apacible, en otras no tanto, no debe de dejarnos nunca indiferentes. Se destaca la realidad de los caseríos, de los pasados y de los que actualmente siguen en pie, que van en regresión.
Ante esta progresiva regresión se ofrecen al lector unas páginas -quizás demasiado breves- que exigen una lenta y reflexiva lectura. Son una especie de guión que cada uno debe completar. Con ellos nos zambullimos en la auténtica historia de Loiola. Solamente con la lectura de la denominación de estos viejos caseríos extraeremos conclusiones interesantísimas: Su ubicación, nombre de los propietarios o constructores: si pertenecieron a algún antepasado, familiar o amigo, por qué se abandonó, papel específico que desempeñaron, si tuvieron algún puerto, molino, alguna pequeña fábrica...
La Monografía en general se centra en torno a las personas. En torno a ellas realizamos un a modo de “centro de interés”. Bien destacando a “personajes populares “ o contando sus anécdotas, viendo como se reúnen en sociedades, en Fiestas o competiciones deportivas... también capillas o parroquias o con una asistencia masiva en las grandes solemnidades como primeras comuniones o funerales, o en horas de soledad y silencio... Asistiremos a sus sufrimientos en guerras y en desgracias naturales.
Existe otro aspecto que subyace a lo largo de las páginas del libro. Loiola está plenamente integrando en lo que conocemos como Donostialdea, como se percibe por distintos conceptos, y no solamente geográficos. Por una parte su unión administrativa con Donostia, pero además toda una clase de interrelaciones humanas como se pudo de manifiesto en las giras náuticas, en las romerías, circunstancia que aprovechaba medio San Sebastián para trasladarse a Loiola, invadiendo el otrora hermoso Valle del Urumea... Y no hay que olvidarse del flujo constante de personas que ha habido entre las dos entidades de población, o del préstamo que se hace para que en sus terrenos se instalen dependencias provinciales.... o las dichosas vías de comunicación.
Para cerrar este prólogo se incluyen las colaboraciones y agradecimientos: Hay citar a Susana Soto de la Biblioteca Municipal, a Izaskun Goikoetxea, del Archivo General de Donostia-San Sebastián por su amabilidad y competencia en facilitarme documentación y entre los herrikosemes esta es la lista que me facilita Fernando Garijo que se les cita por orden alfabético:
Aldasoro, Vicente Ibarburu, Carmelo1
Arrieta, Satur Ibarburu, Josetxo
Bengoechea, Jose Luis Olasagasti, Josefa Agustina
Boury, Enrique Sagasti, Ramón
Casi, Loli Salaverría, Iñaki
Chiapuso, Norberto Sasiain, Luis
Gaztañaga, Juanita y un grupo de vecinas
Hospital, Manuel
En otro orden de cosas es de justicia mostrar nuestro agradecimiento entidades oficiales o particulares, porque a sus aportaciones han hecho posible que la Monografía haya podido ver la luz -aunque quedamos entrampados- y que se pueda distribuir a un precio tan módico.
Nuestros mecenas han sido:
Ayuntamiento de Donostia-San Sebastián
Diputación Foral de Gipuzkoa
Fundación Social y Cultura Kutxa.-
Obra Social de la Kutxa. Caja Gipuzkoa-San Sebastián.
[1] Pocos días antes de fallecer Carmelo nos proporcionó más material, unas anécdotas que naturalmente se incluyen en el libro.