TEXTO :: IÑAKI MIGUEL :: DV_05.03.96
La “casa del americano”
El conocido edificio que albergo un bar popular tiene un futuro incierto
FOTO :: Derribaran el edificio que albergo el popularísimo bar Americano loiolatarra :: MICHELENA
El viaje de novios de los propietarios del edificio al nuevo continente peso el nombre de “casa del americano” a esta construcción. Pero su nombre originario es casa Alzeguidegui, sustituido por motivos políticos.
Esta casa de singular nombre, situada en el vértice que se abre hacia Loiola, tiene ahora sesenta y seis años, dos más que los cuarteles, y fue construida por encargo de los hermanos Ignacio el `gordo', Ana Mari, sensacional cocinera, y María Ormazabal Aristi. Su construcción tuvo lugar por la cercanía del cuartel. La casa fue construida con piedra la cantera de sardinas en la hípica loiolatarra.
El bar Americano que hoy conocemos tenía un magnifico jardín con abundantes plátanos y un precioso césped, incluso columpios. Este rincón era visitado durante todo el año por los vecinos, para merendar y saborear la sidra que se hacía en el pequeño lagar trasero. En fiestas, se adornaba con guirnaldas y tocaba el acordeonista Bikondoa.
Han sido diversas las familias que han pasado parte de sus vidas en sus viviendas: los Liceaga, Salaverria, Beristain, Gaztañaga, Armendariz, Aramburu....
En sus bajos comerciales, que durante muchos años fueron los almacenes del bar, se situaron una peluquería de señoras, cerrada hace muchos años, una de caballeros y una droguería, a la vez que tienda de recuerdos de objetos militares y lugar donde encontrar cualquier prenda militar que hiciera falta.
Haciendo tabique con este establecimiento se situaba el bar Americano, hoy cerrado al público. Los primeros explotadores de este negocio fueron los propietarios de la casa, para años más tarde cederlo a Vicente Sarasola y familia. Su último propietario era Julián Esteban, quien lo ha regentado durante estos veintisiete últimos años.
Julián cuenta con cierta nostalgia recuerdos de los buenos días, cuando el cuartel estaba al completo de tropa, o cuando comenzaron las obras de la autovía que pasa por Loiola. Años que no se daba abasto con las comidas, teniendo que organizar más de un turno.
Hoy esta edificación en la que solo la habita una familia tiene un futuro incierto. El último Plan Especial de Reforma Interior (PERI) realizado para el Ayuntamiento derriba la edificación para levantar otra en su lugar, más pegada a Avanco. También la autovía del Urumea debería derribarlo para dar anchura a la calzada
Un “urtain”, ¡marchando!
Si la casa tiene su historia, el bar Americano tiene sus propios recuerdos. Por este establecimiento han pasado, se puede decir, la totalidad de los mozos que han realizado el servicio militar en los cuarteles de Loiola, mozos de toda la geografía peninsular e insular.
Paso casi obligado era llegar al establecimiento para tomar el último chiquito o reponer las fuerzas en cualquiera de las mesas del bar pidiendo un “Urtain”: un plato con dos huevos fritos, chuleta de cerdo y patatas fritas, plato cuyo nombre no se ha Perdido. Era la cena obligada de todos aquellos que volvían de pasar la tarde en la ciudad y no llegaban a tiempo de la última comida en el cuartel.
La casa también fue testigo de las numerosas novias, que iban a buscar o despedir a su mozo al comienzo del puente de los cuarteles y se despedían tomando las últimas consumiciones juntos.
Hoy es el día que su último propietario es saludado cuando en algún lugar de vacaciones es reconocido por alguno de los muchos mozos de entonces.
Dicen que el ahora Rey Juan Carlos, cuando de joven pasaba fechas de estudiante en esta ciudad, en uno de sus muchos momentos de ocio acudía a la Hípica de Loiola para practicar la equitación. Un buen día paró en la puerta de bar y entro a comprar una cajetilla de tabaco. Recuerdo que aún perdura en la memoria de los últimos propietarios del bar.
Esta casa de singular nombre, situada en el vértice que se abre hacia Loiola, tiene ahora sesenta y seis años, dos más que los cuarteles, y fue construida por encargo de los hermanos Ignacio el `gordo', Ana Mari, sensacional cocinera, y María Ormazabal Aristi. Su construcción tuvo lugar por la cercanía del cuartel. La casa fue construida con piedra la cantera de sardinas en la hípica loiolatarra.
El bar Americano que hoy conocemos tenía un magnifico jardín con abundantes plátanos y un precioso césped, incluso columpios. Este rincón era visitado durante todo el año por los vecinos, para merendar y saborear la sidra que se hacía en el pequeño lagar trasero. En fiestas, se adornaba con guirnaldas y tocaba el acordeonista Bikondoa.
Han sido diversas las familias que han pasado parte de sus vidas en sus viviendas: los Liceaga, Salaverria, Beristain, Gaztañaga, Armendariz, Aramburu....
En sus bajos comerciales, que durante muchos años fueron los almacenes del bar, se situaron una peluquería de señoras, cerrada hace muchos años, una de caballeros y una droguería, a la vez que tienda de recuerdos de objetos militares y lugar donde encontrar cualquier prenda militar que hiciera falta.
Haciendo tabique con este establecimiento se situaba el bar Americano, hoy cerrado al público. Los primeros explotadores de este negocio fueron los propietarios de la casa, para años más tarde cederlo a Vicente Sarasola y familia. Su último propietario era Julián Esteban, quien lo ha regentado durante estos veintisiete últimos años.
Julián cuenta con cierta nostalgia recuerdos de los buenos días, cuando el cuartel estaba al completo de tropa, o cuando comenzaron las obras de la autovía que pasa por Loiola. Años que no se daba abasto con las comidas, teniendo que organizar más de un turno.
Hoy esta edificación en la que solo la habita una familia tiene un futuro incierto. El último Plan Especial de Reforma Interior (PERI) realizado para el Ayuntamiento derriba la edificación para levantar otra en su lugar, más pegada a Avanco. También la autovía del Urumea debería derribarlo para dar anchura a la calzada
Un “urtain”, ¡marchando!
Si la casa tiene su historia, el bar Americano tiene sus propios recuerdos. Por este establecimiento han pasado, se puede decir, la totalidad de los mozos que han realizado el servicio militar en los cuarteles de Loiola, mozos de toda la geografía peninsular e insular.
Paso casi obligado era llegar al establecimiento para tomar el último chiquito o reponer las fuerzas en cualquiera de las mesas del bar pidiendo un “Urtain”: un plato con dos huevos fritos, chuleta de cerdo y patatas fritas, plato cuyo nombre no se ha Perdido. Era la cena obligada de todos aquellos que volvían de pasar la tarde en la ciudad y no llegaban a tiempo de la última comida en el cuartel.
La casa también fue testigo de las numerosas novias, que iban a buscar o despedir a su mozo al comienzo del puente de los cuarteles y se despedían tomando las últimas consumiciones juntos.
Hoy es el día que su último propietario es saludado cuando en algún lugar de vacaciones es reconocido por alguno de los muchos mozos de entonces.
Dicen que el ahora Rey Juan Carlos, cuando de joven pasaba fechas de estudiante en esta ciudad, en uno de sus muchos momentos de ocio acudía a la Hípica de Loiola para practicar la equitación. Un buen día paró en la puerta de bar y entro a comprar una cajetilla de tabaco. Recuerdo que aún perdura en la memoria de los últimos propietarios del bar.